domingo, 5 de julio de 2020

Nuestra Misión y Hora.

766 del Catecismo


Pero la Iglesia ha nacido principalmente del don total de Cristo por nuestra salvación, anticipado en la institución de la Eucaristía y realizado en la cruz. "El agua y la sangre que brotan del costado abierto de Jesús crucificado son signo de este comienzo y crecimiento" 


Lumen Gentium 3
Vino, por tanto, el Hijo, enviado por el Padre, quien nos eligió en El antes de la creación del mundo y nos predestinó a ser hijos adoptivos, porque se complació en restaurar en El todas las cosas (cf. Ef 1,4-5 y 10). Así, pues, Cristo, en cumplimiento de la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el reino de los cielos, nos reveló su misterio y con su obediencia realizó la redención. La Iglesia o reino de Cristo, presente actualmente en misterio, por el poder de Dios crece visiblemente en el mundo. Este comienzo y crecimiento están simbolizados en la sangre y en el agua que manaron del costado abierto de Cristo crucificado (cf. Jn 19,34) y están profetizados en las palabras de Cristo acerca de su muerte en la cruz: «Y yo, si fuere levantado de la tierra, atraeré a todos a mí» (Jn 12,32 gr.). La obra de nuestra redención se efectúa cuantas veces se celebra en el altar el sacrificio de la cruz, por medio del cual «Cristo, que es nuestra Pascua, ha sido inmolado» (1 Co 5,7). Y, al mismo tiempo, la unidad de los fieles, que constituyen un solo cuerpo en Cristo, está representada y se realiza por el sacramento del pan eucarístico (cf. 1 Co 10,17). Todos los hombres están llamados a esta unión con Cristo, luz del mundo, de quien procedemos, por quien vivimos y hacia quien caminamos.

"Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia" 

Sacrosantum Concilium 5


Dios, que "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim., 2,4), "habiendo hablado antiguamente en muchas ocasiones de diferentes maneras a nuestros padres por medio de los profetas" (Hebr. 1,1), cuando llegó la plenitud de los tiempos envió a su Hijo, el Verbo hecho carne, ungido por el Espíritu Santo, para evangelizar a los pobres y curar a los contritos de corazón, como "médico corporal y espiritual", mediador entre Dios y los hombres. En efecto, su humanidad, unida a la persona del Verbo, fue instrumento de nuestra salvación. Por esto en Cristo se realizó plenamente nuestra reconciliación y se nos dio la plenitud del culto divino. Esta obra de redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, preparada por las maravillas que Dios obró en el pueblo de la Antigua Alianza, Cristo la realizó principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada pasión. Resurrección de entre los muertos y gloriosa Ascensión. Por este misterio, "con su Muerte destruyó nuestra muerte y con su Resurrección restauró nuestra vida. Pues el costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de la Iglesia entera".

Del mismo modo que Eva fue formada del costado de Adán adormecido, así la Iglesia nació del corazón traspasado de Cristo muerto en la cruz (cf. San Ambrosio, Expositio evangelii secundum Lucam, 2, 85-89).


La Iglesia nace de la V LLaga en el costado de Cristo. Nuestra vida está asociada a la muerte de nuestro Salvador en la Santa Cruz. Y citamos la Carta a los Romanos de San Pablo, 6.



¿Qué diremos entonces? ¿Que debemos seguir pecando para que abunde la gracia? 


 ¡Ni pensarlo! 

¿Cómo es posible que los que hemos muerto al pecado sigamos viviendo en él? ¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? 

 Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva.

Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección. 

 Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado. Porque el que está muerto, no debe nada al pecado.


Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. 

 Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él. 

 Al morir, él murió al pecado, una vez por todas; y ahora que vive, vive para Dios. 

 Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

El Sacramento del Bautismo nos hace Hijos de Dios y de la Santa Iglesia y hace de nosotros Cuerpo de Cristo. Todos nosotros y los que vendrán, y que formamos en la Triunfante, Purgante y Militante, con nuestra vida y sufrimientos hasta conformarnos a la Voluntad de Dios y en reparación y colaboración a la redención somos la V LLaga en la Cruz que no ha cicatrizado hasta el día de Su Gloriosa LLegada, de las VI es la que más dolor causa al Redentor. -Recordamos que la VI es la no visible del hombro-

Este sufrimiento que padecemos y ofrecemos por la salvación de nuestros hermanos, amigos y enemigos, es en palabras de San Pablo, Colosenses 1,24:

Ahora me alegro de poder sufrir por ustedes, y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia.

Es sin duda la mejor exposición de lo que somos en la Pasión del Señor, la V LLaga, en la que la mayor parte es la misma Santa María Siempre Virgen Madre de Dios Corredentora.

En esta llaga la corredención "completar lo que falta" que habla san Pablo es gracias a que esos sufrimientos son asumidos primero por Cristo antes que por nosotros, de modo que no le falta nada a la Obra del Salvador al abrirla a todos los hijos adoptivos en Él, amigos suyos,  miembros de su Esposa y Cuerpo la Iglesia en la Historia de la Salvación.

No somos meros espectadores o receptores sino copartícipes por designio divino de aquel que nos llamó.

Juan 15 12-17 leemos el Mandamiento Corredentor:

Este es mi mandamiento:

Ámense los unos a los otros,
como yo los he amado.

No hay amor más grande
que dar la vida por los amigos.

Ustedes son mis amigos
si hacen lo que yo les mando.

Ya no los llamo servidores,
porque el servidor ignora lo que hace su señor;
yo los llamo amigos,
porque les he dado a conocer
todo lo que oí de mi Padre.

No son ustedes los que me eligieron a mí,
sino yo el que los elegí a ustedes,
y los destiné para que vayan y den fruto,
y ese fruto sea duradero.

Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre,
él se lo concederá.

Lo que yo les mando
es que se amen los unos a los otros.


este amor como Él nos amó comienza muriendo al pie de la Cruz y, una vez hijo y amigo, se aprende clavando nuestro Hombre Viejo en Ella, formando parte de ese mismo Corpus Mysticum. Y la Hora fue esa, nuestra Hora, pues nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección. Caminando muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.





Ave María.

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