lunes, 6 de julio de 2020

El mar hace la playa retirándose



Leemos en San Lucas 15, 11-32




Jesús dijo también: «Un hombre tenía dos hijos.  El menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte de herencia que me corresponde”. Y el padre les repartió sus bienes.  Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa.  Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones.  Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos.  Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.  Entonces recapacitó y dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!  Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti;  ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros”.  Entonces partió y volvió a la casa de su padre.

Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.  El joven le dijo: “Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo”.  Pero el padre dijo a sus servidores: “Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies.  Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos,  porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado”. Y comenzó la fiesta.

 El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza.  Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba eso.  Él le respondió: “Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo”.  Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara,  pero él le respondió: “Hace tantos años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos.  ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!”.  Pero el padre le dijo: “Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo.  Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado”».

Ave María

2 comentarios:

  1. Es la Alegría del que ama de verdad, no la del que mide todo con centímetro en mano, calculando hasta el milímetro aquello que no tiene continente, aquello que se desborda, magnánimamente desde la V Llaga.
    Genial el fondo de este blog.
    Un abrazo fraterno

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  2. Gracias amiga, gracias.

    Un pasaje para meditar mucho en nuestro amado Padre misericordioso.Que sacó el metro para darle la parte que reclamaba un hijo y así quedaba todo lo demás para poder decir, Todo lo mío es tuyo en el otro, sin necesidad de medir ya nada porque han vuelto a la Vida, una vida eterna con Él en Casa.

    Abrazos agradecidos.

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