miércoles, 8 de julio de 2020

Zaqueo

de San Lucas 19



Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. 

Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. 

Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. 

Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: 

«Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». 

Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.

Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: 
«Se ha ido a alojar en casa de un pecador». 

Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: 

«Señor, ahora mismo voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más». 

Y Jesús le dijo: 

«Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, 

porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido»


Nosotros hoy, tras la venida del Mesías, los judíos los de la carne quedan ciegos y sordos precisamente al no estar en las llagas del Cuerpo de Cristo pero ellos comparten la misma Carne, Hijos de Abraham en la Sangre, Sangre que nuestro glorioso Redentor derramó en el Calvario, mientras que nosotros  somos los auténticos judíos ahora por la Gracia; Hijos de Dios alimentados con el Cuerpo y Sangre del Resucitado, hijos de Abraham en la Fe. De los que vendrán de oriente y Occidente y se sentarán a la Mesa...  Hemos de bajar pronto del árbol al que nos hayamos subido una vez escuchemos el LLamado del Señor. A la Voz del divino Redentor, tendremos todo lo preciso para desandar esa escalada  en la que muchas veces buscábamos la Felicidad, la Inmortalidad, la Eternidad, la Vida misma pero por otro camino y sólo hay Un Camino. En Unidad lo recorremos peregrinando en este Valle de Lágrimas.


Existe una tendencia general a ver Cruz sin crucificado, incluso figurar al resucitado junto a la Cruz. La ocultación del dolor y el  sufrimiento para vaciarlo y depreciar su valor. La Redención del siervo sufriente, del Cordero de Dios llevado al matadero. San Juan Pablo II nos mostró el rostro más vivo de Jesús en Su Vicario. El Cristo.



 
Ave María

lunes, 6 de julio de 2020

El mar hace la playa retirándose



Leemos en San Lucas 15, 11-32




Jesús dijo también: «Un hombre tenía dos hijos.  El menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte de herencia que me corresponde”. Y el padre les repartió sus bienes.  Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa.  Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones.  Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos.  Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.  Entonces recapacitó y dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!  Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti;  ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros”.  Entonces partió y volvió a la casa de su padre.

Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.  El joven le dijo: “Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo”.  Pero el padre dijo a sus servidores: “Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies.  Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos,  porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado”. Y comenzó la fiesta.

 El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza.  Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba eso.  Él le respondió: “Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo”.  Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara,  pero él le respondió: “Hace tantos años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos.  ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!”.  Pero el padre le dijo: “Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo.  Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado”».

Ave María

Naturaleza de la V LLaga



La V llaga, como las  4 precedentes atraviesan el Cuerpo del Salvador.


En Isaías 53,5 leemos


Él fue traspasado por nuestras rebeldías
y triturado por nuestras iniquidades.
El castigo que nos da la paz recayó sobre él
y por sus heridas fuimos sanados.


Para entender lo que se ve en la Sábana Santa, acerca hasta tocar tu rostro al Suyo y estarás en el lugar de Su Santo Cuerpo, por delante está la Sábana que ves abajo y tendrás la V LLaga en tu costado derecho
San Juan 19, 33-34
Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua.


y de nuevo en ese capítulo San Juan lo revive 19, 36


sufrió una herida penetrante que le atravesaría el hemitórax derecho, con entrada por el quinto espacio intercostal y salida por el cuarto, próxima a la columna vertebral y la escápula derecha, dejando marcas de coágulos de sangre y de líquido pleuro-pericárdico






La lanza del Longinos traspasó el Santo Cuerpo de nuestro Redentor
único Salvador de los hombres.




Ave María

¿Dónde estás?



Mira bien que has de responder pues Dios no te mandó ser una luz en el mundo para que puedas estar en cualquier sitio, no.




El Señor te mandó ser Luz del Mundo y sólo hay un lugar desde el que puedes cumplirlo;

Su Santa Cruz.





San Pablo a los Gálatas, 2 habla el constituido Apóstol de los Gentiles: Luz de las Naciones

Yo estoy crucificado con Cristo,  y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí: la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí.


Responde pues ahora si ya estás de camino al Calvario, si ya estás en Cristo Camino, o si estás ya crucificado con Cristo y entonces brilla tu Luz por las Obras que Dios dispone hagas para Gloria de Dios.


de San Mateo 5, 14-16

Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. 

Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. 

Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el Cielo.




En efecto, vives en la fe en el Hijo de Dios, 
que te amó y se entregó por ti


Ave María

domingo, 5 de julio de 2020

Amar a la Iglesia, 19 Sanjosemaría actual

Pero, ¿qué es la Iglesia? ¿dónde está la Iglesia? Muchos cristianos, aturdidos y desorientados, no reciben respuesta segura a estas preguntas, y llegan quizá a pensar que aquellas que el Magisterio ha formulado por siglos -y que los buenos Catecismos proponían con esencial precisión y sencillez- han quedado superadas y han de ser substituidas por otras nuevas. Una serie de hechos y de dificultades parecen haberse dado cita, para ensombrecer el rostro limpio de la Iglesia. 

Unos sostienen: la Iglesia está aquí, en el afán por acomodarse a lo que llaman tiempos modernos 

Otros gritan: la Iglesia no es más que el ansia de solidaridad de los hombres; debemos cambiarla de acuerdo con las circunstancias actuales.

Se equivocan. 

La Iglesia, hoy, es la misma que fundó Cristo, y no puede ser otra. Los Apóstoles y sus sucesores son vicarios de Dios para el régimen de la Iglesia, fundamentada en la fe y en los Sacramentos de la fe. Y así como no les es lícito establecer otra Iglesia, tampoco pueden transmitir otra Fe ni instituir otros Sacramentos; sino que, por los Sacramentos que brotaron del costado de Cristo pendiente en la Cruz, ha sido construida la Iglesia (SANTO TOMÁS, S. Th. III, q.64, a.2 ad 3). 

La Iglesia ha de ser reconocida por aquellas cuatro notas, que se expresan en la confesión de fe de uno de los primeros Concilios, como las rezamos en el Credo de la Misa: Una sola Iglesia, Santa, Católica y Apostólica (Símbolo constantinopolitano, Denzinger-Schön. 150 (86)). 

Esas son las propiedades esenciales de la Iglesia, que derivan de su naturaleza, tal como la quiso Cristo. 

Y, al ser esenciales, son también notas, signos que la distinguen de cualquier otro tipo de reunión humana, aunque en estas otras se oiga pronunciar también el nombre de Cristo.

Hace poco más de un siglo, el Papa Pío IX resumió brevemente esta enseñanza tradicional: la verdadera Iglesia de Cristo se constituye y reconoce, por autoridad divina, en las cuatro notas que en el Símbolo afirmamos que deben creerse; y cada una de esas notas, de tal modo está unida con las restantes, que no puede ser separada de las demás. De ahí que la que verdaderamente es y se llama Católica, debe juntamente brillar por la prerrogativa de la unidad, de la santidad y de la sucesión apostólica (PÍO IX, Carta del Santo Oficio a los obispos de Inglaterra 16-IX-1864, Denzinger-Schön. 2888 (1686)). 

Es -insisto- la enseñanza tradicional de la Iglesia, que ha repetido nuevamente -aunque en estos últimos años algunos lo olviden, llevados por un falso ecumenismo- el Concilio Vaticano II: ésta es la única Iglesia de Cristo -que profesamos en el Símbolo Una, Santa, Católica y Apostólica-, la que nuestro Salvador, después de su resurrección, entregó a Pedro para que la apacentara, encargándole a él y a los otros Apóstoles que la difundieran y la gobernaran, y que erigió para siempre como columna y fundamento de la verdad (CONCILIO VATICANO II, Const. Dogm. Lumen gentium n. 8).

   
Ave María

Los olores del Camino


Siguiendo con el santo de Barbastro en el puntico 772 de Forja leemos


Señales inequívocas de la verdadera Cruz de Cristo: la serenidad, un hondo sentimiento de paz, un amor dispuesto a cualquier sacrificio, una eficacia grande que dimana del mismo Costado de Jesús, y siempre —de modo evidente— la alegría: una alegría que procede de saber que, quien se entrega de veras, está junto a la Cruz y, por consiguiente, junto a Nuestro Señor.


La alegría de quien tiene su hombre viejo clavado en la Santa Cruz.


y qué decir del puntico  58 de Camino, Renovar nuestras promesas bautismales es entrar en el costado de nuestro amado Salvador.

No estorbes la obra del Paráclito: únete a Cristo, para purificarte, y siente, con El, los insultos, y los salivazos, y los bofetones..., y las espinas, y el peso de la cruz..., y los hierros rompiendo tu carne, y las ansias de una muerte en desamparo...

Y métete en el costado abierto de Nuestro Señor Jesús hasta hallar cobijo seguro en su llagado Corazón.




Ave María

Amigos de Dios, Bien difusivo.

306




Habíamos empezado con plegarias vocales, sencillas, encantadoras, que aprendimos en nuestra niñez, y que no nos gustaría abandonar nunca. La oración, que comenzó con esa ingenuidad pueril, se desarrolla ahora en cauce ancho, manso y seguro, porque sigue el paso de la amistad con Aquel que afirmó: Yo soy el camino. Si amamos a Cristo así, si con divino atrevimiento nos refugiamos en la abertura que la lanza dejó en su Costado, se cumplirá la promesa del Maestro: cualquiera que me ama, observará mi doctrina, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos mansión dentro de él.

El corazón necesita, entonces, distinguir y adorar a cada una de las Personas divinas. De algún modo, es un descubrimiento, el que realiza el alma en la vida sobrenatural, como los de una criaturica que va abriendo los ojos a la existencia. Y se entretiene amorosamente con el Padre y con el Hijo y con el Espíritu Santo; y se somete fácilmente a la actividad del Paráclito vivificador, que se nos entrega sin merecerlo: ¡los dones y las virtudes sobrenaturales!

311


Con esta entrega, el celo apostólico se enciende, aumenta cada día —pegando esta ansia a los otros—, porque el bien es difusivo. No es posible que nuestra pobre naturaleza, tan cerca de Dios, no arda en hambres de sembrar en el mundo entero la alegría y la paz, de regar todo con las aguas redentoras que brotan del Costado abierto de Cristo, de empezar y acabar todas las tareas por Amor.

Os hablaba antes de dolores, de sufrimientos, de lágrimas. Y no me contradigo si afirmo que, para un discípulo que busque amorosamente al Maestro, es muy distinto el sabor de las tristezas, de las penas, de las aflicciones: desaparecen en cuanto se acepta de veras la Voluntad de Dios, en cuanto se cumplen con gusto sus designios, como hijos fieles, aunque los nervios den la impresión de romperse y el suplicio parezca insoportable.


Estas reflexiones de Sanjosemaría nos hablan del sabor de la amistad en la Pasión vivida como nuestra Pasión si aceptamos de  veras la Voluntad de Dios en nuestras vidas como bautizados, injertados en este Árbol de la Vida donde  Jesús es el Camino,  Maestro en nuestra vida corredentora.


Ave María

Mirarán al que traspasaron



del doctor Pierre Barbet


Es creencia muy común el de situar el corazón a la izquierda del tórax, pero esta localización no es exacta. El corazón ocupa una posición mediana y anterior y reposa sobre el diafragma, detrás de los pulmones y del peto óseo esternocostal, en el mediastino anterior. Solo su punta queda situada netamente a la izquierda, mientras su base supera por la derecha el esternón.

Seguramente como consecuencia de aquella opinión popular que ubica el corazón a la izquierda del pecho existe una tradición de opi­niones que colocan el golpe de lanza como asestado en el costado izquierdo de Jesús. No todas, sin embargo. San Agustín, por ejem­plo, habla en La Ciudad de Dios de latere dextro, flanco derecho, y asimismo San Francisco de Asís. Según Barbet, la santa sabana ha venido a dilucidar con su objetivo testimonio este problema, como tantos otros. La silueta del lienzo, con la manifestación clara de la herida, prueba que el cadáver de Cristo sufrió la lanzada en el cos­tado derecho y no en el izquierdo. Observase así en la imagen ante­rior de la sabana un enorme coagulo de sangre en el lado derecho, que se extiende hacia arriba unos seis centímetros y desciende en una dimensión de 15. Su margen interno aparece dentellado con re­cortadura redondeada. Esta mancha de sangre resalta en la sabana, vista a pleno día, por su tonalidad carmín. La parte superior del coagulo, la mas próxima a la llaga, es la más espesa y la más ancha, y en ella se distingue netamente una huella oval, que es evidente­mente la impronta de la llaga del costado. Esta llaga mide 4,4 centímetros de largo por 1,5 de ancho.

Barbet deduce que la herida fue abierta por una lanza actuada por un soldado de infantería desde el suelo, la cual penetró por el quinto espacio intercostal derecho, atravesó la pleura y el pericardio e hirió la aurícula derecha. La sangre que broto de la lanzada provenía de dicha aurícula, y el agua, del pericardio, por virtud de la agonía extraordinariamente penosa del Salvador.

Para comprender una explicación 
medico forense de la síndone  
 pulse



Ave María

Nuestra Misión y Hora.

766 del Catecismo


Pero la Iglesia ha nacido principalmente del don total de Cristo por nuestra salvación, anticipado en la institución de la Eucaristía y realizado en la cruz. "El agua y la sangre que brotan del costado abierto de Jesús crucificado son signo de este comienzo y crecimiento" 


Lumen Gentium 3
Vino, por tanto, el Hijo, enviado por el Padre, quien nos eligió en El antes de la creación del mundo y nos predestinó a ser hijos adoptivos, porque se complació en restaurar en El todas las cosas (cf. Ef 1,4-5 y 10). Así, pues, Cristo, en cumplimiento de la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el reino de los cielos, nos reveló su misterio y con su obediencia realizó la redención. La Iglesia o reino de Cristo, presente actualmente en misterio, por el poder de Dios crece visiblemente en el mundo. Este comienzo y crecimiento están simbolizados en la sangre y en el agua que manaron del costado abierto de Cristo crucificado (cf. Jn 19,34) y están profetizados en las palabras de Cristo acerca de su muerte en la cruz: «Y yo, si fuere levantado de la tierra, atraeré a todos a mí» (Jn 12,32 gr.). La obra de nuestra redención se efectúa cuantas veces se celebra en el altar el sacrificio de la cruz, por medio del cual «Cristo, que es nuestra Pascua, ha sido inmolado» (1 Co 5,7). Y, al mismo tiempo, la unidad de los fieles, que constituyen un solo cuerpo en Cristo, está representada y se realiza por el sacramento del pan eucarístico (cf. 1 Co 10,17). Todos los hombres están llamados a esta unión con Cristo, luz del mundo, de quien procedemos, por quien vivimos y hacia quien caminamos.

"Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia" 

Sacrosantum Concilium 5


Dios, que "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim., 2,4), "habiendo hablado antiguamente en muchas ocasiones de diferentes maneras a nuestros padres por medio de los profetas" (Hebr. 1,1), cuando llegó la plenitud de los tiempos envió a su Hijo, el Verbo hecho carne, ungido por el Espíritu Santo, para evangelizar a los pobres y curar a los contritos de corazón, como "médico corporal y espiritual", mediador entre Dios y los hombres. En efecto, su humanidad, unida a la persona del Verbo, fue instrumento de nuestra salvación. Por esto en Cristo se realizó plenamente nuestra reconciliación y se nos dio la plenitud del culto divino. Esta obra de redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, preparada por las maravillas que Dios obró en el pueblo de la Antigua Alianza, Cristo la realizó principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada pasión. Resurrección de entre los muertos y gloriosa Ascensión. Por este misterio, "con su Muerte destruyó nuestra muerte y con su Resurrección restauró nuestra vida. Pues el costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de la Iglesia entera".

Del mismo modo que Eva fue formada del costado de Adán adormecido, así la Iglesia nació del corazón traspasado de Cristo muerto en la cruz (cf. San Ambrosio, Expositio evangelii secundum Lucam, 2, 85-89).


La Iglesia nace de la V LLaga en el costado de Cristo. Nuestra vida está asociada a la muerte de nuestro Salvador en la Santa Cruz. Y citamos la Carta a los Romanos de San Pablo, 6.



¿Qué diremos entonces? ¿Que debemos seguir pecando para que abunde la gracia? 


 ¡Ni pensarlo! 

¿Cómo es posible que los que hemos muerto al pecado sigamos viviendo en él? ¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? 

 Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva.

Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección. 

 Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado. Porque el que está muerto, no debe nada al pecado.


Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. 

 Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él. 

 Al morir, él murió al pecado, una vez por todas; y ahora que vive, vive para Dios. 

 Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

El Sacramento del Bautismo nos hace Hijos de Dios y de la Santa Iglesia y hace de nosotros Cuerpo de Cristo. Todos nosotros y los que vendrán, y que formamos en la Triunfante, Purgante y Militante, con nuestra vida y sufrimientos hasta conformarnos a la Voluntad de Dios y en reparación y colaboración a la redención somos la V LLaga en la Cruz que no ha cicatrizado hasta el día de Su Gloriosa LLegada, de las VI es la que más dolor causa al Redentor. -Recordamos que la VI es la no visible del hombro-

Este sufrimiento que padecemos y ofrecemos por la salvación de nuestros hermanos, amigos y enemigos, es en palabras de San Pablo, Colosenses 1,24:

Ahora me alegro de poder sufrir por ustedes, y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia.

Es sin duda la mejor exposición de lo que somos en la Pasión del Señor, la V LLaga, en la que la mayor parte es la misma Santa María Siempre Virgen Madre de Dios Corredentora.

En esta llaga la corredención "completar lo que falta" que habla san Pablo es gracias a que esos sufrimientos son asumidos primero por Cristo antes que por nosotros, de modo que no le falta nada a la Obra del Salvador al abrirla a todos los hijos adoptivos en Él, amigos suyos,  miembros de su Esposa y Cuerpo la Iglesia en la Historia de la Salvación.

No somos meros espectadores o receptores sino copartícipes por designio divino de aquel que nos llamó.

Juan 15 12-17 leemos el Mandamiento Corredentor:

Este es mi mandamiento:

Ámense los unos a los otros,
como yo los he amado.

No hay amor más grande
que dar la vida por los amigos.

Ustedes son mis amigos
si hacen lo que yo les mando.

Ya no los llamo servidores,
porque el servidor ignora lo que hace su señor;
yo los llamo amigos,
porque les he dado a conocer
todo lo que oí de mi Padre.

No son ustedes los que me eligieron a mí,
sino yo el que los elegí a ustedes,
y los destiné para que vayan y den fruto,
y ese fruto sea duradero.

Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre,
él se lo concederá.

Lo que yo les mando
es que se amen los unos a los otros.


este amor como Él nos amó comienza muriendo al pie de la Cruz y, una vez hijo y amigo, se aprende clavando nuestro Hombre Viejo en Ella, formando parte de ese mismo Corpus Mysticum. Y la Hora fue esa, nuestra Hora, pues nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección. Caminando muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.





Ave María.

viernes, 3 de julio de 2020

Fiesta de Santo Tomás, ¡ Felices los que creemos sin haber visto!


Hoy 3 de julio, en la Iglesia celebramos la memoria de
 Santo Tomás, llamado el Mellizo.


¡Fiesta!


Ayer estábamos hablando de su conversación  con el Señor y la respuesta que le dió El Maestro.

El apóstol que metió los dedos en las llagas de Jesús, recordamos del capítulo 20 del Evangelio de San Juan el pasaje:




Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. 

Los otros discípulos le dijeron: 

«¡Hemos visto al Señor!». 

Él les respondió: 

«Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré». 

 Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. 

Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: 

«¡La paz esté con ustedes!». 

Luego dijo a Tomás: 

«Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. 

Acerca tu mano: métela en mi costado. 

En adelante no seas incrédulo, 

sino hombre de fe». 

 Tomás respondió:

 «¡Señor mío y Dios mío!». 

 Jesús le dijo:

«Ahora crees, porque me has visto.

¡Felices los que creen sin haber visto!».



La declaración "Señor mío y Dios mío" va más allá de lo que se ve como nos apunta el Papa San Gregorio Magno en el Oficio de hoy:



Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Sólo este discípulo estaba ausente y, al volver y escuchar lo que había sucedido, no quiso creer lo que le contaban. Se presenta de nuevo el Señor y ofrece al discípulo incrédulo su costado para que lo palpe, le muestra sus manos y, mostrándole la cicatriz de sus heridas, sana la herida de su incredulidad. ¿Qué es, hermanos muy amados, lo que descubrís en estos hechos? ¿Creéis acaso que sucedieron porque sí todas estas cosas: que aquel discípulo elegido estuviera primero ausente, que luego al venir oyese, que al oír dudase, que al dudar palpase, que al palpar creyese?
Todo esto no sucedió porque sí, sino por disposición divina. La bondad de Dios actuó en este caso de un modo admirable, ya que aquel discípulo que había dudado, al palpar las heridas del cuerpo de su maestro, curó las heridas de nuestra incredulidad. Más provechosa fue para nuestra fe la incredulidad de Tomás que la fe de los otros discípulos, ya que, al ser él inducido a creer por el hecho de haber palpado, nuestra mente, libre de toda duda, es confirmada en la fe. De este modo, en efecto, aquel discípulo que dudó y que palpó se convirtió en testigo de la realidad de la resurrección.
Palpó y exclamó: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído?» Como sea que el apóstol Pablo dice: La fe es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve, es evidente que la fe es la plena convicción de aquellas realidades que no podemos ver, porque las que vemos ya no son objeto de fe, sino de conocimiento. Por consiguiente, si Tomás vio y palpó, ¿cómo es que le dice el Señor: Porque me has visto has creído? Pero es que lo que creyó superaba a lo que vio. En efecto, un hombre mortal no puede ver la divinidad. Por esto, lo que él vio fue la humanidad de Jesús, pero confesó su divinidad al decir: ¡Señor mío y Dios mío! Él, pues, viendo creyó, ya que, teniendo ante sus ojos a un hombre verdadero, lo proclamó Dios, cosa que escapaba a su mirada.
Y es para nosotros motivo de alegría lo que sigue a continuación: Dichosos los que crean sin haber visto. En esta sentencia el Señor nos designa especialmente a nosotros, que lo guardamos en nuestra mente sin haberlo visto corporalmente. Nos designa a nosotros, con tal de que las obras acompañen nuestra fe, porque el que cree de verdad es el que obra según su fe. Por el contrario, respecto de aquellos que creen sólo de palabra, dice Pablo: Hacen profesión de conocer a Dios, pero con sus acciones lo desmienten. Y Santiago dice: La fe sin obras es un cadáver.



Ave María

jueves, 2 de julio de 2020

Evangelio San Juan 14,5

«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
Nadie va al Padre, sino por Mí.»




El Jueves Santo durante la Última Cena, estaba nuestro Señor Jesús hablando con santo Tomás sobre conocer el Camino al Lugar donde va a ir el Señor para prepararlo.  Conocer al Hijo, conocer al Padre y verlo, y el Señor revela este texto que nunca debemos dejarlo a medias -no lo olvides- antes de pasar a sus partes porque no hay otro Nombre dado para la Salvación del hombre: Nadie va al Padre, sino por Mí.

El versículo completo tomado, como siempre, de la Biblia en Clerus.org es:


«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.

Nadie va al Padre, sino por Mí.



Si ustedes Me conocen,

conocerán también a Mi Padre.



Ya desde ahora lo conocen y lo han visto»




¿Sobre qué trata este blog? 

Vamos a entrar en «Yo soy el Camino» a la luz del nuevo mandamiento que ha dado en el capítulo anterior, el 13, y su relación con la llaga que más dolor causa al Señor, la V, que como todos sabemos, porque nos lo dice un testigo al pie de la Santa Cruz, se la hizo un soldado romano con una lanza y es post mortem.  Después de la muerte en el cuerpo de la Vida, la Verdad y la Resurrección, recuerdas el capítulo 11,25 :


«Yo soy la Resurrección y la Vida.

El que cree en Mí,

 aunque muera, 

vivirá;

y todo el que vive 

y cree en Mí,

no morirá jamás.

¿Crees esto?»



meditando en torno a estas palabras comienza nuestra peregrinación.



Ave María.